Sinceramente se me partió el corazón, el baile bajo la versión francesa de Love de Nat King Cole, bajo esas palabras de amor rotundo. No tienen ninguna doblez cada una de ellas, solo se encadenan para redundar en ello. Amor. Hay pocas lecciones en la vida que se escapen a él. Busquen experiencias, ejemplos, estoy convencida que coincidiríamos en ello, por más difícil que fuese nuestro día o nuestro momento, al final, sabríamos que es así. Viudo ha perdido a su mujer, víctima de un asesinato a manos de su alumno. En su funeral, él, lejos de todo aquello, imaginable baila con ella, para ella, su canción Love de Nat King Cole, sus fuerzas fueron para ello, su homenaje a ella, a su amor. Comenzó solo pero no tardaron en acompañarle. Se sumaron a su baile, ese baile, ahí, con el dolor incomprensible que solo invade una escena así. Se me partió el corazón al verla, pero no es menos cierto que lo llena en plenitud ante lo que su viudo nos estaba trasladando. Lejos del rencor, el odio, su homenaje era la gran lección de la que todos podíamos aprender.
Hace una semana, en Zafra, Antonio Muñoz Molina afirmaba que un periódico es como un espejo. Hay noticias que son el puro reflejo de lo que somos, de los valores que representamos y son el mejor de los ejemplos, sin duda. Esta noticia lo es. No es la ley del Talión lo que impera ni rebrota ni genera. La educación siempre en el epicentro de todo lo que evoluciona y revoluciona.
En la otra cara, las noticias que nos llegan del Reino Unido y su legislación en materia de inmigración no son esperanzadoras. Aquí el encargado de expandir el odio es Vox.
Tras la Segunda Guerra Mundial decidimos condenar, rechazar y repeler todo aquello que rezumase a odio, a venganza, a la división. Lo hicimos y continuar con ello requiere de su mantenimiento por parte de toda la sociedad en su conjunto, no es perpetuo y a pesar de la belleza de las intenciones es suficiente. Es en el combate de las ideas, del debate intenso y con el esfuerzo, y también, de la renuncia a los sentimientos más profundos y legítimos donde residirá o se mantendrá esa voluntad.
Esta semana nuestras calles se llenaron pidiendo igualdad. Junto a nosotras una chica, muy joven, portaba una pancarta «feminismo o barbarie». Una sociedad libre y democrática es igualitaria. No hay más, no hay matices. Los matices aparecen en la maravillosa realidad de que cada una de nosotras somos diferentes.
Lecciones en las calles. Lecciones desde la educación, ahí donde siempre residen las soluciones.
Yo bailo contigo, con esa sociedad donde prevalece la lucha de la mejor de las opciones posibles aunque no sean las fáciles, las que continúan en la lucha. Merece la pena.
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