Hace unas semanas tuve la oportunidad de asistir a la festividad de Santo Tomás de Aquino que celebra la Universidad de Extremadura. Al margen de toda la parafernalia y el protocolo que mantiene tradiciones antiquísimas y que rodean el acto ( y a la vez lo hacen atractivo), tuve la ocasión de departir comentarios y opiniones con mucha gente, de lo que denominamos la Academia.
Fue muy acertada la conferencia inaugural, donde pudimos disfrutar de los extraordinarios conocimientos de una investigadora extremeña que está triunfando gracias al exquisito nivel de su trabajo a nivel internacional y de la que esperamos pueda contribuir ( mejor dicho, seguir contribuyendo) al crecimiento de Extremadura.
Sin embargo, hoy quisiera reflexionar sobre el contenido de uno de los discursos institucionales que, a mi juicio, trascendieron la información que pretendía compartir, haciendo que nos obligue moralmente a comprometernos.
Hablaba el ponente de un concepto no por manido menos fundamental: la ambición. En un momento, en el que nuestra región, como indico en la cabecera de mi columna, se encuentra en un punto disruptivo. Es decir, según la apelación económica de este término, estaríamos en el proceso de ruptura en el desarrollo de la actividad de un sector para propiciar una renovación radical.
Eso es lo que está sucediendo en el entorno del desarrollo de las nuevas energías. Estamos hablando, no solamente de las renovables, entendidas desde el punto de vista más clásico que conocemos, sino de la revolución que va a producir el denominado hidrógeno verde, del que tanto se está debatiendo en los últimos meses.
Y de ello se habló también en este acto de la Universidad de Extremadura. Lejos de los complejos, tenemos todos los ingredientes para avanzar y liderar este campo de la investigación y del desarrollo: hay capital humano preparado, las instituciones están apostando de manera firme por ello ( solo hay que ver las decisiones de ubicación de instalaciones aprobadas recientemente), tenemos el agua, el sol, el espacio necesario…
Pero fundamentalmente, como precisaba el ponente al que citábamos, contamos con la ambición del crecimiento. Ambición por el progreso. Ambición por situarnos a la cabecera, siendo conscientes de que hemos perdido todas las revoluciones industriales que se pusieron en marcha a lo largo de la Historia.
Si ya se han producido declaraciones en las que se ha podido leer que Extremadura se está preparando para producir el 20 por ciento del hidrógeno verde que se genera en España( más que un
objetivo un reto), no podemos obviar los anuncios de empresas, tanto extremeñas, como foráneas, de apostar por impulsar las infraestructuras que lo hagan posible.
Inversiones multimillonarias, creación de miles de empleos, la llegada a Extremadura de nuevas líneas de fomento de la investigación y de crecimiento personal de investigadores y trabajadores…. Sin olvidarnos de las enormes posibilidades que pueden producir la implantación de polígonos ecoindustriales para la implantación de empresas tecnológicas, como el que se está desarrollando en CC Green o el Centro Ibérico de Investigación en Almacenamiento Energético puesto también en marcha.
En ese sentido, vamos a ser capaces de producir esa transformación radical, pero tenemos que comenzar por modificar nuestros planteamientos mentales apriorísticos. Es decir, somos el producto de una educación que ha imbuido en el interior de buena parte de la ciudadanía ese sentimiento doliente, de permanencia en el furgón de cola, sin ser capaces de asimilar que no hemos partido en esta carrera del desarrollo económico de la misma línea de salida y sobre todo con las mismas condiciones.
Así pues, ambición sí, con ella seremos capaces de conseguir esa disrupción en el transcurrir de la nueva Extremadura del siglo XXI con la que estamos, afortunadamente, soñando.
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