Como la lengua española es muy rica, prefiero utilizar el término prepóstero, en lugar de otros afines y más utilizados ( como priorizar…), para tratar de definir aquellas situaciones en las que se trastoca el orden de las cosas. Es decir, en las que se coloca después lo que debería ir antes.
Siguiendo mis costumbres, me gustafía acompañar esta descripción con ejemplos que puedan resultar útiles o ilustrativos de situaciones que condicionan nuestro devenir actual.
Por ejemplo, nos hemos habituado a insistir en que, en muchas ocasiones, la gente no comprende nuestras acciones. Se incide, entonces, en el hecho de que posiblemente tengamos un problema de comunicación. A continuación, los supuestamente más avezados, trazan un sinfín de propuestas con el objetivo de dar a conocer cada cosa que hagamos.
Y no es incorrecto. Reconozco que no es mala estrategia para que todos aquellos que están obsesionados por sus perentorias preocupaciones vitales, puedan recalar en que los políticos hacen muchas cosas en su trabajo diario.
Sin embargo, a mi juicio, sería mas interesante, centrarnos en colocar en primer lugar las respuestas a las cosas que, precisamente, no hacemos bien. Las soluciones a los interrogantes que cada día y por todas partes nos acechan. En definitiva, la devolución de la pregunta que en un diálogo directo nos interpela la ciudadanía a diario.
Con el transcurrir de los procesos electorales, los votantes se percatan que quieren algo más que promesas. Les encantaría ver cristalizada, hechas realidad, puestas, como se dice en lenguaje parlamentario, negro sobre blanco, aquellas iniciativas que nos hicieron cuando les consultamos qué propuestas entendían razonables hacernos para que intentemos llevarlas a cabo.
Y esa es la auténtica vocación de un servidor público. Rendir cuentas, poner en primer lugar y no trastocar aquello que por su inmediatez necesita ser resuelto.
Lo demás es profundizar en el sentimiento episódico de darles vueltas a los planteamientos.
Si el pensamiento debe medir a medio e incluso a largo plazo, la razón tiene que actuar a corto.
Así podremos, alguna vez, comprender y asumir en primera persona las dificultades que buena parte de la población padece. Así podremos alegrarnos con ellos de haber sido capaces de escucharlos y llevar sus problemas al territorio de las soluciones.
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